
La falta de sistemas de refrigeración en los estadios de la Liga Nacional implica un trastorno considerable para jugadores y público, que a veces deben soportar ambientes insalubres; los obstáculos para equiparar a los escenarios nacionales con lo que ya es normal en el primer mundo.
Por Miguel Romano
De la Redacción de LA NACION
Visitar algún estadio de la NBA durante el verano del Norte implica llevarse algún abrigo liviano. Caminar por sus pasillos internos o sentarse a trabajar en sus salas de prensa puede ocasionar algún resfrío; hasta al más valiente se le congela la sangre en esas moles para 18.000 espectadores, perfectamente refrigeradas, que muchas veces obligan a vestirse con la remera de mangas cortas al basquetbolista que descansa en el banco de suplentes.
En los Juegos Olímpicos sucede algo similar. En Atenas 2004, por ejemplo, pudo experimentarse una sensación sorprendente. El estadio Olímpico del Pabellón Oaka, donde el básquetbol argentino obtuvo la histórica medalla dorada, está ubicado en medio de un gigantesco playón en el que, con los casi 36 o 37 grados de temperatura que reinaban a orillas del Egeo, resultaba difícil caminar con zapatillas sin sentir que las plantas de los pies se recalentaban dolorosamente. Sin embargo, si una de las 8 hojas de vidrio que componían el gran portal de ingreso en el estadio estaba abierta, a 30 metros de ellas ya se comenzaba a percibir una sensación mágica de alivio que sanaba todos los ardores y sudores. Hasta resultaba increíble comprobar que despilfarraran el aire frío con semejante descuido. Claro, ingresar en el estadio significaba exponer el cuerpo al borde de la pasteurización.
Lamentablemente, en la Argentina, la sensación de estar viviendo en un país subdesarrollado surge claramente si comparamos aquellos magníficos escenarios acondicionados gélidamente con lo que se siente en cualquier gimnasio de la Liga Nacional, que, vale aclararlo, se juega durante el verano desde hace muchos años. Los jugadores y el público deben sacrificarse y sufrir la pegajosa incomodidad de las altas temperaturas.
Lo padecido durante el Súper 8, que se disputó en Obras Sanitarias durante la histórica última semana de noviembre, cuando la sensación térmica batió récords de varias décadas en el país, fue… ¿Calcinante? ¿Infernal? Puede aplicarse cualquier calificativo que denote que aquello fue inhumano e insoportable.
Con más de 50 grados a la luz de las lámparas del techo de Obras, los jugadores sobrevivieron a los resbalones y deshidrataciones a fuerza de hacerse fresco con las toallas, beber mucho líquido y colocarse bolsas de hielo en la cabeza. «Se pierden minerales, nutrientes y se corre el riesgo de sufrir un golpe de calor», dice Esteban Astroven, preparador físico de los seleccionados nacionales de categorías menores.
«¿Qué costaba instalar aire acondicionado?», dijo algún incauto desinformado durante el certamen.
Para refrigerar un estadio del tamaño del Polideportivo, de Mar del Plata, por ejemplo, donde se instalaron aparatos transitorios de aire acondicionado utilizando las tuberías de la calefacción durante la final de la Copa Davis, «fueron necesarias 650 toneladas de equipos de refrigeración, lo que significa 1.950.000 frigorías», afirmó el ingeniero Juan Pablo Linares, director del proyecto. Hay que pensar que una habitación de 6 por 6 metros puede aclimartarse con un equipo de 2000 frigorías.
«El alquiler de esos equipos para la Davis costó unos $ 650.000 por una semana», agregó Linares. Debe considerarse que un aparato de esos no se enchufa como un ventilador y listo . Se necesitan trailers especiales para transportarlos, muchos metros de mangueras especiales, grupos electrógenos, disponibilidad de grandes espacios, grúas, protecciones, controles permanentes y una multitudinaria mano de obra. Instalarlo para un acontecimiento de semejante magnitud es casi indispensable y probablemente pueda amortizarse con los derechos de televisión, sponsors o venta de boletos.
Jamás podrá un club de la Liga Nacional, por ejemplo, hacer algo similar para un partido importante que se juegue en enero o febrero.
Lamentablemente, en nuestro país el único estadio con aire acondicionado permanente y en funcionamiento es el Orfeo Superdomo, de Córdoba, con 700 toneladas de frío (2.100.000 frigorías). «Teníamos 8 equipos de 80 toneladas y decidimos agregarle dos más de 30 toneladas cuando surgió la posibilidad de organizar la Copa Davis», explicó el arquitecto del Orfeo, Cristian Augustinoy. «Cada uno de esos equipos de 80 toneladas tiene el tamaño aproximado de un container», acotó Augustinoy.
Otros escenarios de nuestro país cuentan con la posibilidad de incorporarlo porque poseen la estructura de cañerías instaladas para la calefacción, como el Ruca Che, de Neuquén; el Angel Malvicino de Unión, de Santa Fe; el estadio municipal de Formosa o el de Newell´s Old Boys, entre algún otro. Hay que aclarar que nunca uno de estos escenarios se refrescó siquiera con un split.
Por supuesto que antes que alquilar un equipo generador de aire frío sería mejor instalar uno permanente, que permita la múltiple utilización del escenario para otros espectáculos. El ingeniero Luis Prono, de Santa Fe, dueño de Ingeniarias Prono, señaló: «Considerando una distribución de aire por conductos, hay que calcular que para generar 1.500.000 frigorías se necesita una inversión de 750.000 dólares; eso significa unas 500 toneladas de refrigeración». Si para una semana en Mar del Plata el alquiler costó casi 200.000 dólares, no hace falta hacer muchas cuentas para saber qué es lo que conviene.
De todos modos, Peñarol será el único privilegiado en esta calurosa historia. Tras la realización de la Copa Davis, el gobierno provincial decidió dejarle instalada una parte del equipo de aire acondicionado, que distribuirá 450.000 frigorías. No es mucho, pero al menos servirá como para que Mar del Plata sea la única ciudad de la Liga donde todos querrán ir a jugar en verano sin que importe la sensación térmica.
Ojalá ocurra como en los cines de barrio o las antiguas reparticiones públicas, donde hasta hace un tiempo era común el uso de abanicos y hoy da placer estar allí. Los taxis en Buenos Aires son otro ejemplo: hace tres años no era fácil encontrar uno refrigerado y hoy son pocos los que no lo tienen. Todo llega en materia de adelantos teconológicos. ¿Cuánto faltará para que nuestros estadios tengan refrigeración? Esperemos que no muchos años. Ninguno de los que se inauguren de aquí en más debería dejar de tenerlo.
- Por el calor, desgaste y menor rendimiento
«Con la transpiración, el jugador pierde electrolitos (sodio, potasio, cloruro); esto hace que aumente la fatiga y por ende disminuyen el rendimiento físico y mental. Hay riesgo de calambres, desgarros, vómitos y golpe de calor», señaló el preparador físico Esteban Astroven, respecto de los riesgos que asume cada jugador al jugar con altas temperaturas. «La hidratación debe ser constante durante el juego (como mínimo, cada 15 o 20 minutos); si puede ser con bebida deportiva, mejor, porque además suministra hidratos de carbono (fuente de energía)», acotó.
50 grados fue la temperatura que llegó a castigar a los jugadores en el Súper 8, disputado en Obras Sanitarias, en noviembre del año pasado.
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Cuestión de calendarios: Jugar en verano, una elección lógica
¿Por qué la Liga Nacional debe jugarse en verano?, se preguntarán muchos. Con más razón si se sabe que el básquetbol fue creado por el profesor James Naismith como un deporte de invierno, para jugarse en lugares cerrados, y que muy pocas otras disciplinas de gimnasio mantienen una actividad considerable en esa época del año.
La explicación es muy simple: los torneos internacionales, mundiales, los Juegos Olímpicos y clasificatorios o continentales se juegan siempre entre agosto y septiembre, es decir, durante nuestro invierno. Si la Liga no se jugara en verano, igual debería interrumpirse en invierno para que los clubes pudieran ceder a sus jugadores. Una de las razones por las cuales la Generación Dorada pudo cosechar tantos éxitos es justamente que tuvo tiempo para realizar una preparación adecuada desde julio, aproximadamente.
Después de muchas controversias, la Liga Nacional empezó a disputarse de octubre a mayo, a partir de 1990, y nunca más se puso en discusión la medida. Nadie duda de que es lo ideal.
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La temperatura, según la asistencia: Cada 70 personas, como una estufa de cuarzo
Se entiende que la temperatura dentro de un estadio se incrementa respecto de la del ambiente externo por varias razones (luces, características del techo, escasez de extractores de aire), entre ellas el calor que genera la acumulación de las personas. En ese sentido, el arquitecto del Orfeo, Cristian Augustinoy, explicó: «Se considera que en un recinto cerrado, cada 70 personas se genera un calor equivalente al de una estufa de cuarzo de doble vela encendida. Un pequeño gimnasio con capacidad para 700 personas son diez estufas en funcionamiento»
Fuente: DIARIO LA NACION